Comentario
Entre tanto se construía el cháteau de Vaux-le-Vicomte por Louis Le Vau se estaban llevando a cabo importantes obras en el palacio del Louvre para adecuarlo como verdadero palacio real, pues era intención de Colbert que Luis XIV residiera en un edificio digno en la capital. Frente a él estaba la idea del propio rey, quien posiblemente recordando los amargos días de la Fronda en que hubo de escapar de París a toda prisa, deseaba vivir fuera de la gran ciudad, donde en caso de motines estaría indefenso.Las intenciones de Colbert eran las de finalizar los trabajos en los palacios del Louvre y las Tullerías, para posteriormente unirlos. En el primero restaba por construir la fachada oriental, la que asomaba hacia Saint-Germain-l'Auxerrois, en la que venía trabajando Louis Le Vau y que se configuraba como la más importante del palacio.Pero, entre tanto, se llevaban a cabo las obras, el día 6 de febrero de 1661 se produjo un incendio en el palacio, lo que sirvió para motivar a los responsables de las construcciones reales a acometer los trabajos de la fachada de una manera más seria.Louis Le Vau hizo entonces un proyecto en el que repitió aproximadamente el esquema de Vaux-le-Vicomte, pues en el eje de esa ala habría dos salones consecutivos, de los que el situado hacia el patio del palacio -la Cour Carrée- tendría una planta cuadrada dividida en tres naves por medio de pilares, mientras que el que daba hacia el exterior sería oval y estaría cubierto mediante una cúpula con tambor truncado, rematada en su parte exterior con estatuas.Sin embargo, en enero de 1664 Colbert era nombrado Suritendant des Bâtiments y, dada su enemistad con Le Vau, ordenó detener las obras, sometiendo los planos al estudio y juicio de François Mansart, y tal vez, de Le Brun. Mansart hizo por su parte una serie de proyectos, cada uno de ellos con numerosas variantes que, al no agradar, también fueron rechazados, de tal forma que para intentar poner fin a los problemas del diseño de aquella ala oriental, se hizo un concurso entre arquitectos franceses e italianos, al que concurrieron entre los primeros Jean Marot, Pierre Cottard y François Le Vau, y entre los segundos Candiani, Pietro da Cortona, Carlo Rainaldi y Bernini.Finalmente, dada la valía de Bernini, reconocida en toda Europa, se pensó en su persona como la más idónea para llevar a cabo tan importante empresa. En su proyecto, entregado en el mes de junio de 1664, articulaba la fachada mediante un orden colosal sobre un alto zócalo, dominando en ella el juego de las formas curvas con las planas. Este aspecto de movilidad venía determinado de una manera prioritaria por la disposición de dos alas curvas que enmarcaban de forma cóncava un bloque oval, situado en el centro de la fachada y que estaba rematado mediante un ático retranqueado que se ha supuesto podía hacer alusión a la corona real.Se hicieron críticas a este proyecto que el arquitecto italiano aceptó y se propuso remediar en otro que elaboró en febrero de 1665. En él hacía desaparecer el pabellón elíptico y las líneas curvas, obteniendo también un mayor número de alojamientos al transformar el zócalo anterior en una planta baja.Pero este proyecto no tuvo trascendencia, pues muy pronto fue invitado a acudir a París, lo que pudo hacer a fines de abril de 1665 tras la concesión del pertinente permiso por parte del papa Alejandro II, quien, deseoso de la amistad con el monarca francés, permitió la marcha del insigne arquitecto. En este viaje, a cuyas incomodidades se enfrentó a pesar de su edad avanzada, fue tratado a su llegada a Francia como una altísima personalidad.A finales del mes de junio llegó a París y pronto vio in sito la obra con la que había de enfrentarse, planteando entonces no sólo una nueva fachada hacia Saint-Germain-l'Auxerrois, sino incluso toda una remodelación de la Cour Carrée que implicaba numerosas reformas en todo el conjunto. Realizó así el proyecto de un gran palacio que, sin embargo, seguía siendo incómodo. Por otra parte, dispuso nuevamente la fachada oriental sobre un alto zócalo a la rústica y estructurada con un orden colosal, presentando cubiertas planas y ante ellas balaustradas con estatuas.Aprobado el proyecto y puesta la primera piedra el 17 de octubre, Bernini regresó a Roma tres días después. Pero inmediatamente la obra se detuvo a causa de problemas burocráticos, hasta que finalmente en julio de 1667 se le comunicó oficialmente y con disculpas baladíes, que su proyecto no se iba a ejecutar.Mucho se ha especulado sobre esta negativa. Algunos han aducido un enfrentamiento entre barroquismo y clasicismo; otros han querido ver un problema en el difícil carácter de Bernini, aunque bien es verdad que, si de primeras siempre protestaba cuando se le pedían cambios en los proyectos, al final, aunque fuera refunfuñando, siempre acababa cediendo a lo que se le solicitaba; también se ha especulado sobre si fue un rechazo por ser extranjero. Sin embargo, la hipótesis apuntada por Teyssédre parece contar con una gran lógica, pues, según él, a Bernini se le pedían cosas imposibles de realizar, porque Luis XIV ya tenía determinado abandonar París y para ello querría dar la disculpa de no tener un palacio adecuado a su persona.De todas formas, desde el punto de vista de la historia de la Arquitectura ese tercer proyecto de Bernini tuvo gran trascendencia, ya que a la larga influyó en numerosos palacios europeos construidos posteriormente, entre los que cabría destacar el palacio Madama de Turín o el palacio Real de Madrid.El caso es que ya en abril de ese mismo año de 1667 se había formado una comisión para que elaborase un proyecto definitivo que acabara de una vez por todas con el problema de la fachada oriental del Louvre. Formaban esta comisión Louis Le Vau, Charles Le Brun y Claude Perrault. Este era hermano de Charles Perrault, el principal ayudante de Colbert en la Surintendance des Bâtiments, y aunque no era arquitecto, sino médico cirujano, contaba con unos grandes conocimientos humanísticos y arquitectónicos que hacían de él una persona idónea para afrontar la empresa.De todas formas, aquel equipo era muy ambiguo y se mostró incapaz de llegar a un acuerdo unitario, por lo que determinaron presentar al rey dos proyectos para que fuese él mismo quien eligiera el que finalmente habría de realizarse. El primero mostraba un orden de columnas pareadas formando un peristilo o galería abierta en el primer piso y un monumental frontón en la parte central de la fachada, mientras que el segundo era mucho más sencillo y carecía de la columnata.Y, paradójicamente, el rey se decidió por el primero, lo que nuevamente a juicio de Teyssédre es una prueba más de la intención de Luis XIV de abandonar el Louvre, ya que al quedar sus habitaciones retranqueadas a causa de la columnata, resultarían sumamente oscuras, lo que apoyaría su intención de trasladarse a Versalles.Contando ya con la aprobación real, a finales de 1667 se dio comienzo a las obras, siendo sustituido Louis Le Vau, fallecido en 1670, por su discípulo François d'Orbay, quien retocó algo los planos y forjó la obra definitiva. Mantuvo la columnata, pero cegó los vanos tras ella sustituyéndolos por nichos con estatuas y dio más amplitud a los pabellones de los extremos, lo que confirió mayor grandeza al conjunto; igualmente, los trofeos con tragaluces que en el primer proyecto se habían dispuesto en el zócalo fueron sustituidos por ventanas.La obra quedó así compuesta con dos pabellones en resalte en los extremos y un piso bajo con ventanas en forma de arcos escarzanos. En el segundo piso, y entre los pabellones de los extremos, se dispuso la columnata, articulada mediante columnas pareadas de orden corintio, rematando la parte central de ésta, también en resalte, un monumental frontón triangular.Sobre esta curiosa columnata que es ajena a todo lo construido hasta entonces en Francia, se ha pensado si fue una aportación de Perrault a través de sus conocimientos de las obras clásicas, pero el caso es que ya aparecía en un dibujo de François Le Vau conservado en el Museo Nacional de Estocolmo para esta fachada y por otra parte, columnas pareadas también pueden verse en el hôtel de Lionne, de Louis Le Vau. De todas formas, aún podrían rastrearse precedentes en la Italia renacentista, como, por ejemplo, la fachada al jardín del Palazzo del Te de Mantua. En otro sentido, también es interesante el que las columnas están reforzadas por unas varillas de hierro que las atraviesan verticalmente, idea que se atribuye a Claude Perrault, quien la tomaría de los ejemplos de templos griegos que emplearon el mismo sistema.Sin embargo, la fachada no llegó a concluirse y hubo de esperar a los tiempos de Napoleón para que se le diera fin, aunque todavía recientemente recibió un último retoque cuando en el año 1965 se abrió ante ella un foso que aparecía en el proyecto y que hasta entonces había estado cegado.